“El carnicero Vladimir Putin se retira derrotado: ahora debemos ayudar a Ucrania a terminar su trabajo”

Miembros del Congreso estadounidense aplauden de pie al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky antes de que les dirija un discurso virtual en un auditorio en el Capitolio en Washington

 

 

(The Washington Post).- El viceministro de Defensa de Rusia anunció este martes que Moscú había decidido “reducir sustancialmente sus actividades militares en dirección de Kiev y Chernihiv” para “abonar la confianza mutua antes de las próximas negociaciones para acordar y firmar la paz con Ucrania”.

Según trascendió, en las negociaciones entre Rusia y Ucrania que se llevaron a cabo en Estambul hubo avances, y el Pentágono informó movimientos de algunas tropas rusas que se estarían alejando de Kiev.

¿Qué conclusiones sacar de la actual evolución de los acontecimientos? Para empezar, que no se trata de un súbito arranque de bondad de los criminales de guerra que ocupan el Kremlin. En el resto de Ucrania, la perversa guerra del dictador ruso Vladimir Putin sigue su curso, como quedó demostrado con el impacto de un misil en el edificio del gobierno de Mykolaiv, en el sur de Ucrania, este martes por la mañana, y con el asedio a Mariupol, un puerto sobre el mar de Azov, con gran pérdida de vidas de civiles.

Putin simplemente está aceptando la realidad: que en los alrededores de Kiev sus tropas están perdiendo la guerra. De hecho, tras el éxito de la reciente contraofensiva ucraniana en las afueras de la capital, las tropas rusas corren riesgo de quedar cercadas. La retirada de los rusos, en pocas palabras, no tiene nada que ver con “abonar la confianza mutua”, sino con salvar a sus tropas de la derrota.

Al parecer, los rusos esperan tener más éxito cambiando de foco para concentrarse en la región del Donbass, en el este de Ucrania. Se diría que planean rodear a las tropas ucranianas del este atacándolas desde el norte y desde el sur, pero para eso antes deberían asegurarse la toma de Mariupol, cuyos defensores resisten con una ferocidad que recuerda la batalla de El Álamo (Texas, 1836).

¿Cómo deberían reaccionar Estados Unidos y el resto de Occidente ante esta última maniobra rusa? Redoblando la ayuda a Ucrania y endureciendo las sanciones contra Rusia.

La posición actual de Ucrania recuerda un poco a la de Gran Bretaña cuando terminó la Batalla de Gran Bretaña, en el otoño de 1940. La Real Fuerza Aérea había salvado a las islas de la invasión alemana: el “peligro existencial” había pasado. Pero Gran Bretaña tenía que seguir luchando sola contra el gigante nazi, y la sangría de recursos no había terminado. Su única esperanza era la ayuda de Estados Unidos, “el arsenal de la democracia”, como lo llamó el presidente Franklin D. Roosevelt.

El 9 de febrero de 1941, el primer ministro británico Winston Churchill dijo en un discurso por radio: “No fracasaremos ni flaquearemos. No nos debilitaremos ni nos cansaremos. Ni el choque repentino de la batalla, ni las prolongadas tareas de vigilancia, ni el esfuerzo nos desgastarán. Dennos las herramientas y terminaremos el trabajo”. Y Estados Unidos escuchó el llamado y respondió con la “ley de préstamo y arriendo”, que garantizaba suministros en “todas las formas imaginables”, desde equipamiento militar hasta carne enlatada.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, es el Churchill de hoy, y el presidente Biden es el FDR de hoy. Estados Unidos debe hacer por los ucranianos al menos tanto como lo que alguna vez hizo por los británicos. Al fin y al cabo, la batalla de ambos países es la misma: la batalla por la libertad. Y ambos se han ganado la admiración y el apoyo del mundo.

La asistencia de Estados Unidos a Ucrania desde enero de 2021 asciende a unos 2000 millones de dólares, incluidos los misiles Stinger y Javelin que están causando estragos en la Fuerza Aérea y los blindados rusos. Pero Zelensky reclama más ayuda, y Estados Unidos debería dársela, aunque para eso deba acelerar la producción de Stinger y Javelin y otras municiones y armamentos que se están gastando rápidamente.

Mantener la presión

No podemos satisfacer el pedido de Zelensky de una zona de exclusión aérea sin arriesgarnos a entrar en guerra con Rusia, pero seguramente hay muchas otras cosas que podemos hacer para mantener la presión sobre la tambaleante maquinaria bélica de los rusos. Zelensky quiere sanciones aún más duras, desde bloquear el acceso de toda la red financiera rusa al sistema global de transferencias interbancarias Swift hasta cortar todas las compras de petróleo y gas rusos con destino a Europa. El presidente ucraniano también quiere más armamento, incluidos aviones, tanques, sistemas de cohetes de lanzamiento múltiple y defensas tierra-aire de mayor alcance, como el S-300 Favorit que tienen los rusos.

Es ridículo que Occidente tenga dudas ante los pedidos de Zelensky mientras Ucrania libra una batalla por su supervivencia, y con todas las chances en su contra. Biden parece pensar que proporcionarle aviones MiG-29 sería cruzar una línea roja con Rusia, y el presidente francés, Emmanuel Macron, parece anidar un temor similar respecto del suministro de tanques. Deberían relajarse: Putin ni siquiera puede ganar una guerra contra Ucrania, así que menos piensa lanzarse a una guerra contra la OTAN.

La ventana de oportunidad es mínima. Ahora empieza la carrera para ver quién puede rearmarse y reorganizarse más rápido: ¿Ucrania o Rusia? Occidente debe asegurarse de que Ucrania tenga las armas necesarias para mantener abierta esa ventana y seguir aprovechando su ventaja militar.

Para salvar a Ucrania y salvaguardar el orden internacional liberal, es esencial una derrota rusa, vale decir, una retirada de sus fuerzas hasta las líneas vigentes al 23 de febrero.

Los ucranianos están dispuestos a seguir luchando a pesar de sus desgarradoras pérdidas. Solo hay que darles las herramientas para terminar el trabajo.

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