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Algunas pistas para entender el fenómeno Messi

0012791823Un valorable punto de vista del éxito y el fracaso futbolístico.

 

La derrota de la Selección Argentina en la final de la Copa América Centenario y la renuncia de Messi al combinado nacional son hechos que por su trascendencia excedieron al campo deportivo y se convirtieron en un termómetro para confrontar valores, reactualizando la discusión sobre qué significa el éxito y el fracaso en amplios sectores de nuestras sociedades.

 

El discurso pro o anti Messi no dejó indiferentes: hasta la voz del Estado se pronunció sobre la cuestión, dándole entidad de problema público. Los debates pusieron el foco en el rol del ídolo y desde allí hablaron de lo nacional, del honor, de modelos sociales o de liderazgos, desde matrices culturales que no soportan que ese ídolo falle. Y, justamente, cierta dimensión de la retórica del héroe (deportivo, en este caso) contempla todo lo contrario: tiene que ver, desde obras clásicas de la literatura hasta el cine y la televisión, con los atributos positivos del héroe cuando tiene -y debe- levantarse tras una caída. Exhibida su caída, Messi es condenado a la diatriba fácil, exacerbada y hasta moralmente condenatoria.

 

Pero en New Jersey, Messi trastocó el orden de lo simbólico e hizo algo que no le habíamos visto: con gestos y lágrimas se mostró vulnerable. Frente a las miradas de telespectadores que aprecian el show deportivo, en un contexto particular como el argentino que interpreta al fútbol como fenómeno vinculado a la memoria colectiva y emocional, el suceso fue disruptivo.

 

En esta Copa América el discurso mediático (y por ende el sentido común futbolero) estuvo signado por la exigencia de la victoria como única opción posible. Concentrado sólo en los fines, salteando los medios, el discurso que exige ganar olvida la matriz del fútbol como juego grupal, asociado a características cooperativas, solidarias, de cohesión y coordinación. Y en esta ocasión eligió correr los bordes (espectacularizados, claro) hacia la retórica de las voluntades individuales. Y allí nos paralizamos, o nos quitamos responsabilidades. Si el error o la falla es de un solo jugador, no hay nada más para analizar.

 

¿Pero si invertimos la hipótesis suponiendo que, de haber errores, son producto de un proceso transitado? La pedagogía y el aprendizaje más crítico abonan a la idea de evaluar los procesos, y no recaer en la lógica mercantil de «las voluntades individuales». Apelamos a la pedagogía porque hemos observado, estudiado y comprendido el tránsito de jóvenes jugadores que integran las divisiones juveniles, en países como Francia y Argentina. Esas experiencias nos demuestran que la formación de los jóvenes en el juego y para el espectáculo, está desarrollada sobre estructuras materiales y simbólicas tan precarias como la idea de que un solo jugador puede triunfar en un deporte grupal. La preparación de los jóvenes no admite la posibilidad reflexiva de que el error sea el sustento fundamental del aprendizaje, de la administración de las emociones y, sobre todo, de manejar los niveles de frustración. A los jóvenes se les enseña a ganar (muchas veces con métodos autoritarios y en condiciones de vivienda y alimentación precarias), pero no a perder. Y eso es un problema.

 

Más allá de que la renuncia de Messi se haga efectiva y duradera -algo poco probable debido a la obediencia hacia las presiones de la lógica mercantil del fútbol actual, que tiene a Messi como su mayor producto global -, es preciso revisar la tentación recurrente de querer «hacer decir al fútbol» más de lo que éste puede decir. Este ejercicio se basa en la idea de entender al fútbol como «espejo de la sociedad».

 

Pero: ¿de qué sociedad hablamos?. El fútbol tiene leyes propias, sus lógicas que lo ordenan y desordenan, al igual que el campo de la economía, de la justicia o del arte. Pues entonces, ¿cómo suponer que el fútbol se convierte en espejo de, por ejemplo, el campo de la política?.¿Qué tiene que ver cómo juega Messi con la causa Lázaro Báez o con los denominados Panamá Papers?. Absolutamente nada.

 

Necesitamos más herramientas para comprender fenómenos culturales, como el fútbol, entre muchos otros. Tenemos que devolverle la dimensión lúdica que es inherente al deporte. Si no, no sólo vamos a seguir perdiendo a Messi, sino también nos vamos a perder nosotros entre sociedades que priorizan resultados inmediatos antes que procesos.

 

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