Comenzó a trabajar de marinero a los 14 años, estuvo en África, Alemania y en Irak sufrió una caída de seis metros, se golpeó la cabeza y entró en coma. Era el 28 de febrero de 1979 y ese mismo día cumplía 23 años.
Los primeros meses el hombre estuvo internado en Irak, luego unos años en un hospital de Coruña y al final lo trasladaron a su casa donde lo cuidó su novia desde ese entonces y actual esposa, Conchi.
Todo sucedió por un coágulo alojado en la cabeza, que aún tiene, y que lo puso en ese estado. Su pronóstico siempre fue reservado y en cualquier momento su esposa lo encontraría “frío”, por eso le aconsejaron a ella que asumiera “que estaba muerto en vida, que mi camino era el cementerio”, recuerda Manel.
Hasta el 15 de octubre de 2014, 35 años después, que Manel abrió los ojos. Varios sucesos ocurrieron mientras “dormía”, España había ganado el Mundial de Fútbol en 2010, aparecieron los controles remotos, algo llamado internet y estaba casado.
Por lo que contó el hombre, verse en el espejo constituyó uno de los mayores retos y un duro golpe también. “No, este no soy yo, este es un viejo, yo tengo 22 años”.
Ya que se fue a dormir con 22 años y se despertó con 58. Absolutamente todo le fue extraño, la sociedad, la tecnología, las comunicaciones, la medicina, las personas, la mayoría de cosas establecidas en su mundo de 1979 cambiaron.
Despertó casado y con dos hijas, su padre había fallecido, encontró a su madre con demencia que murió tres años después.
Dice que no lamenta nada porque “no recuerda nada”, pero sí le entristece la muerte de su padre, y destaca a Conchi que “sacrificó su juventud” por él. Sus hijas tienen 37 y 26 años, vivió el nacimiento de una de sus nietas, se dedica a la jardinería, escribe poesía y está a poco de publicar su quinto libro.