Muertes en el Neonatal de Córdoba: la enfermera pinchaba a los bebés «por atrás» y con la ropa puesta
El fiscal Raúl Garzón recopiló ocho pruebas indiciarias para fundamentar la prisión preventiva de Brenda Agüero y la imputación en cinco casos por homicidio calificado por procedimiento insidioso y en otros ocho en grado de tentativa.
El fiscal concluye que lo que pasó entre el 18 de marzo y el 6 de junio no fue mala praxis ni una confusión de ampollas.
Cinco bebés murieron y ocho lograron sobrevivir, víctimas de un presunto ataque llevado a cabo por una enfermera en el Hospital Neonatal de Córdoba. Esa presunción fue confirmada por el fiscal que instruye la causa, Raúl Garzón, quien el 7 de noviembre pasado dictó la prisión preventiva a la enfermera Brenda Agüero y la imputó por 13 casos: en cinco por homicidio calificado por procedimiento insidioso reiterado y en ocho, de tentativa.
Queda por resolver todavía qué responsabilidad les cabe a todos los que sabían la conexión de los hechos pero no hicieron nada para evitarlos.
En su resolución, Garzón presenta la información que, a su entender, prueba con convicción suficiente tanto la existencia de los hechos como la participación penalmente responsable de la imputada Agüero. En dos meses, casi 200 testigos se presentaron a declarar, en una causa que ya supera los 17 cuerpos. Muchos testigos fueron más de una vez.
Las pruebas reunidas son indiciarias, es decir, no hay nadie que pueda declarar que la vio cometer el delito, pero hay datos y testimonios que permitirían –según la Fiscalía– probar los hechos.
Garzón presentó ocho indicios que, a su entender, acreditan la autoría de Agüero en los 13 casos. De Angeline Rojas y Melody Molina cuenta con autopsias judiciales, que concluyen que la causa eficiente de la muerte de ambas “fue paro cardíaco debido a una bradicardia extrema por hiperpotasemia”.
El fiscal concluye que lo que pasó entre el 18 de marzo y el 6 de junio no fue mala praxis ni una confusión de ampollas. Encontró un patrón común en todos los casos, detectó en qué lugar cometió esos ataques y cómo habría procedido para hacerlo. Cuenta con las autopsias, informes médicos que analizaron las historias clínicas de punta a punta, planilla de asistencia y de servicios del Neonatal y las sospechas de muchos de sus colegas que, al ser citados para brindar testimonio, dieron detalles de lo que pasaba. Muchos reconocieron haber sospechado mientras se sucedían los hechos y otros admitieron que ahora lograron conectarlos.
Brenda negó los hechos en su primera declaratoria. Este lunes, dado que le ampliaron los cargos, se presentará otra vez ante Garzón.
Indicios
En el expediente se describen exhaustivamente ocho indicios que probarían la autoría de Brenda. Aunque mucho ya fue anticipado por este diario, la concatenación de todos aportan una solidez tan asombrosa como escalofriante.
Indicio de presencia. En el caso de Angeline Rojas, Brenda Agüero marcó asistencia entre las 6.20 y las 14.22 del 6 de junio. Luego del parto, que fue a las 10.44, la mamá de Angeline es llevada a la sala de recuperación junto a su pareja. Brenda, enfermera de obstetricia, asiste a la parturienta, pero en un momento toma la beba de los brazos del padre sin darle motivo alguno. Entre las 11 y 11.30, según el fiscal, en “plena consciencia y conocimiento de causarle la muerte a la recién nacida, aprovechando un momento en que nadie observaba su obrar, ocultando materialmente su acto, habría procedido a suministrarle (…) dosis de potasio no compatibles con la vida”. Brenda reconoce haber estado a solas con los papás de Angeline en esa sala y para el fiscal esa admisión es clave porque habría actuado en ese momento.
Lo mismo habría ocurrido con Melody Molina, que nació a las 4.55, pero fue llevada a las 7 a la sala de recuperación. Agüero ingresó a las 6.20 y estaba asignada a esa sala, con tres camas adonde la mamá va inmediatamente después del parto, por unas dos horas. Luego, pasa al internado hasta el alta.
De oportunidad. El fiscal concluye que Agüero sería la única profesional que estuvo en condiciones de aplicar el potasio de modo subrepticio por cuatro razones: lo hizo en la sala de recuperación y no en la de parto, donde hay muchos profesionales, por lo que pudo actuar a “ocultas de la vista y control de quienes podrían haber evitado su accionar”. Dos, tenía conocimiento de la administración de potasio y sus consecuencias. Tres, se probó el acceso libre a ampollas de potasio que ella tenía en su condición de enfermera, sin dejar registro de su retiro. Y ese lunes 6 de junio fue la única enfermera asignada, dentro de su turno, a cumplir tareas en la sala de recuperación.
De conocimiento. Ya se reveló que la enfermera había buscado en Internet información sobre la administración de potasio y de insulina, lo que abona la hipótesis de la premeditación. El expediente revela que el 16 de octubre de 2021 buscó y descargó información abundante que nada tenía que ver con su tarea, ya que por entonces era enfermera obstétrica en el Allende y en el Neonatal. Por ejemplo, descargó de Google una extensa serie de archivos en PDF que le permitieron aprender a calcular los mililitros de potasio para un plan de hidratación parenteral para un niño de 30 kilos; buscar alteraciones relacionadas a la hipercalcemia y la hiperglucemia y buscar una guía (en inglés) sobre resucitación de neonatales. Hay un archivo que indica que para producir una parada cardíaca debe utilizarse una solución cardiopléjica rica en potasio. Baja libros sobre reanimación neonatal y se detiene en un cuadro de medicamentos de alto riesgo (entre ellos, el cloruro de potasio, fosfato de potasio e insulina humana) con dosis, equivalencias, precauciones y efectos adversos. También lee sobre fórmulas para la corrección de hipercalcemia, hipocalcemia, hipoglucemia y sobre las complicaciones que puedan derivarse de un tratamiento con cloruro de potasio y de insulina.
De modalidad. El fiscal sostiene que Brenda actuó en la sala de recuperación y que no colocó el potasio por vía endovenosa, lo que supone tiempo y precisión, sino como pudo. La presunción es que los inyectaba con la ropa puesta, en el momento en que los alzaba en brazos. Eso explicaría dos cosas: que casi todos los pinchazos inexplicables detectados en los bebés fueron atrás, en la zona de espalda o muslo posterior. Y el tiempo en el que el potasio hizo efecto: por vía endovenosa la muerte llega a los 40 o 50 minutos. Una aplicación errática podría demorar algo más el efecto.
Hay un detalle adicional: una enfermera declaró que le llamaba la atención que siempre Brenda iba a trabajar con mangas largas, aun en días de mucho calor. Ahí, intuye el fiscal, podría haber escondido la jeringa con potasio.
De los 13 casos, el pinchazo extraño se detecta en el número seis: la beba que nace el 23 de abril. Fue atrás de la pierna izquierda. La beba que sobrevive el 6 de junio porque las médicas se dan cuenta que tenía exceso de potasio, quedó con una lesión en la espalda gravísima, que llegó a formar una úlcera.
La mamá de Melody le contó al fiscal que vacunaron a su beba delante de ella, en brazo y pierna (BCG y hepatitis), pero que cuando le cambió la ropa advirtió que en la espalda tenía una manchita de sangre seca. Melody nació a las 4.25 y los primeros signos de malestar, según su mamá, aparecieron al mediodía.
La autopsia confirmó lo que decía la mamá: Melody tenía un pinchazo en la zona dorsal media que no se correspondía con las vacuna ni con los tratamientos que le hicieron cuando intentaron salvarle la vida. La hipótesis acá es que el pinchazo con potasio tocó un huesito, por eso demoró tanto en hacer efecto.
De mala justificación. Para el fiscal es relevante el intento de Brenda de situar a otra persona en la situación sospechada, además de ella. En su declaración, Agüero dice que en el caso de Angeline Rojas, la enfermera de neonatología (D.G.Z.) es la que ingresa a la sala de recuperación con la beba en brazos para explicarle a la mamá cómo amamantarla y que ella la toma recién cuando advierte que se descompensa. Para los investigadores, con esto pretendió “tergiversar una parte de la secuencia del hecho”, ya que otros testimonios refutan su relato.
De personalidad. El fiscal releva varios testimonios que indican que Brenda era la que avisaba que los bebés se ponían mal. Cuenta al menos cinco casos en los que ella alerta de un sutil desmejoramiento, algo que ni los médicos habían detectado. “Por ejemplo, le decía a una neonatóloga: ‘Doctora, venga a ver este bebé que no está bien’, y eso derivaba en que la felicitaban, como que siempre buscaba destacar, pero no para bien, sino para esos casos”, testimonió una colega. Otra indicó: “Tanto mis compañeros como la doctora Cagliero decían que si no fuera por Brenda el bebé no recibía asistencia a tiempo; yo no tengo la capacidad de ver si un bebé está bien o está mal a simple vista”. Además, no compartía la sala de descanso de enfermería y seguía trabajando. Tampoco, dicen sus compañeras, se tomaba una pausa en su horario.
Indicios concomitantes. El fiscal hilvana sus comportamientos -estar presente en la sala de recuperación, su actitud comedida en la atención de los bebés, descubrir los casos, ser la primera en alertas las descompensaciones y su especial interés en sobresalir- constituyen en una estrategia pergeñada por la imputada.
Indicios posteriores. Diferentes testimonios de colegas y de mamás indican que ella mostró especial interés por el estado de los bebés una vez que se descompensaron, incluso se acercó a una mamá que alega que fue mal tratada por Brenda antes pero que cambió su actitud luego del fallecimiento. También mostró especial interés por la marcha de la investigación (algo que otros enfermeros no habrían tenido) y, fundamentalmente, el cese de los hechos una vez que fue desvinculada de sus tareas. Su intento de mudarse a la provincia de Buenos Aires también la complica.