Las gambetas del Papa para ocultar su oscuro vínculo con el carnicero Putin
¿Por qué el Papa rehúye nombrar a Putin? Las excusas vaticanas.
«Gambetas del Papa alrededor de Ucrania y de Putin»
Por Ricardo Roa /Clarín
A dos meses de la invasión a Ucrania y algo menos de las críticas por negarse sistemáticamente a nombrar a Putin y a Rusia, el Papa acaba de excusarse mal o si se quiere, a medias. Putin y Rusia están en boca de todos pero no de Bergoglio, que sigue omitiéndolos como si no tuvieran nada que ver con la masacre. ¿Por qué? Porque “un Papa nunca nombra a un jefe de Estado ni mucho menos a un país, que es superior a su jefe de Estado”, le dijo a Joaquín Morales Solá. ¿De qué manual salió eso? ¿Es una nueva costumbre vaticana? ¿No decía cuiden a Cristina?
Peor fue la pregunta desafortunada que acopló, que es también excusa y quiere usar de argumento: “¿De qué serviría que fuera a Kiev si la guerra continuara al día siguiente?”. Respuesta: serviría para intentar frenar la guerra. Y para dar un mensaje de paz mucho más contundente, porque a los dichos añadiría un hecho. El hecho de que no es una voz lejana sino la de un Papa cercano. Decir, desde las alturas del papado, es demasiadas veces poco, aunque sea o parezca ser algo o mucho: mejor que decir es hacer ¿O dejó de ser así?
Hasta ahora, es muy pobre lo que Bergoglio aportó en los hechos. La invasión rusa apila muertos y destrucción, centenares de niños asesinados y más de 12 millones que debieron abandonar sus casas: es el mayor flujo de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Y qué ha hecho Bergoglio? Fuera de gestiones reservadas y sin resultados a la vista, convocar a dos jornadas de ayuno y de oraciones por las víctimas.
En línea con la pregunta del Papa, uno puede preguntarse: ¿De qué serviría oponerse a la corrupción si la corrupción continuara al día siguiente? O al pecado. A la delincuencia. A la enfermedad sin cura. A la maldad. Al hambre. Se agradece la aclaración del Papa, no lo que quiso aclarar. Se agradece y reconoce porque recoge las críticas; ha sido sensible a ellas, aunque siga prefiriendo no nombrar a Putin ni a una guerra atroz y desigual…
Aquí millones cantaron: “Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo”. Karol Jósez Wojtyla había hecho 16 horas de vuelo desde Roma, con escala en Río, para besar el 10 de junio del 82 la tierra argentina. Estábamos en guerra con Gran Bretaña por Malvinas. “Quise venir acá deprisa, para rezar por los caídos y confortar a tantas familias acongojadas. Y he venido sobre todo para pedir que el actual conflicto encuentre una solución pacífica y estable dentro del respeto, de la justicia y de la dignidad de los pueblos afectados”.
El Papa polaco que protegió a Walesa y obligó al partido Comunista a aceptar un sindicato independiente, estuvo menos de dos días: una visita relámpago y arriesgada para acompañarnos. Eso y la esperanza de que parara la aventura de Galtieri y amigos, hizo que lo sintiéramos argentino. Juan Pablo buscó hasta último momento la posibilidad de aterrizar en algún punto de las Malvinas para celebrar una misa y pedir allí el alto el fuego, pero la diplomacia vaticana se lo desaconsejó categóricamente. Antes, había estado en Londres en una visita acordada previa a la guerra y no pocos creyeron que algo se traía bajo el brazo, como cuando mandó al cardenal Samoré en medio del conflicto con Chile. Cualquier asociación con Bergoglio es inevitable.
Es también inevitable hablar de la coprofilia que el Papa le adjudicó a los periodistas, que no es difícil adivinar a quiénes y a quiénes no. La traducción literal de la palabra dice: placer experimentado al manipular, tocar u oler los excrementos. En carta manuscrita a Gustavo Silvestre, del canal kirchnerista C5N, el Papa escribió: la coprofilia es “uno de los pecados en que suelen caer los periodistas”.
¿Y qué le dijo a Morales Solá?: “Yo no hice esa acusación. Lo que quise hacer es marcar las tentaciones a las que puede verse expuesto un periodista”. Bergoglio acusa por un lado y por el otro dice que no acusó, que sólo marcó un riesgo. De yapa, dice que no había autorizado a Silvestre a difundir la carta. ¿Qué cambia? No cambia nada: cuando el Papa habla de la coprofilia dice lo que piensa de los periodistas. /Clarín