Un grupo de amigos fabrica zapatillas con neumáticos descartados
Ser la misma persona en el trabajo y en la vida personal. Ese afán de muchos, sobre todo los jóvenes, es una realidad para los tres fundadores de Xinca, que logran transformar algunos desechos industriales en un producto que se exporta y atrae dólares al país. En un contexto en el que la tendencia del reciclaje se impone en Argentina y el mundo, esta historia cobra más importancia: desde Mendoza, estos amigos quitan del medio ambiente residuos peligrosos (como neumáticos que se dejan de usar), hacen zapatillas que van desde $6.000 a $8.000 y vienen creciendo un 50% cada año.
«En 2013, nos encontramos en la misma situación en nuestras vidas: buscando un lugar donde poder ser la misma persona todo el tiempo. No queríamos elegir entre las opciones que teníamos: ganar plata para vivir o hacer lo que elegíamos hacer en nuestro tiempo libre, que era ayudar a los demás. Nos impulsaba el deseo de hacer las cosas de un modo diferente, crear una empresa a nuestra medida, un negocio que enriqueciera nuestras vidas y las de los demás», describe Alejandro Malgor, cofundador de Xinca.
¿Cuál fue el plan de estos amigos? Hacer calzados con materiales reciclados, como neumáticos fuera de uso (que representan una gran amenaza ambiental cuando terminan su uso primario) y residuos de la industria de la moda. «A través de nuestro desarrollo ayudamos a reciclar y reutilizar miles de kilogramos de basura que de otra forma irían a parar a vertederos, ríos o serían prendidos fuego o enterrados», cuenta Malgor.
«Creamos un calzado con una menor huella ecológica, un producto que demanda menos materia prima a la naturaleza que uno tradicional. Y con el que ya llegamos a todo el país, a Chile y a Uruguay, todo a través de nuestra TiendaNube que nos abrió la opción del ecommerce», define este emprendedor.
Transformar la basura en dólares
Para estos emprendedores la clave de su éxito no solo está en transformar la basura en dólares, sino que también sostienen que el derribar mitos es uno de sus valores agregados. Es así que el primero que se propusieron bajar es el de que «la sustentabilidad es algo para pocos, para los que tienen plata».
«El plan es hacer muchas zapatillas y reciclar aún más, por eso estamos en un rango medio de precios. Las zapatillas son accesibles, cuestan entre $6.000 y $8.000 pesos, que es bastante menos que las marcas líderes», indica Malgor.
A esto hay que agregar que su línea se posiciona en una filosofía antimoda, dándole batalla a la fast fashion, que nace de esa idea que sostiene que la ropa se compra y a los tres meses es vieja, por lo que debe ser reemplazada por otro modelo.
«Intentamos que las zapatillas sean lo más duraderas posible, contrario a cómo se produce ahora, lo que se llama obsolescencia programada, en la que se proyecta el fin de la vida útil de un producto que al poco tiempo se empieza a romper o se desgasta. Lo que hacemos es el mejor producto posible a partir de residuos. Las suelas duran un montón, las cosemos para que no se despeguen. Consideramos que es muy importante la calidad, demostrar que con la basura se pueden hacer productos buenos», afirma el socio de Xinca.
Zapatillas, reciclaje y negocio de triple impacto
Malgor y sus socios fueron claros en cómo querían desarrollarse. Su plan fue unir la mirada de las ONG que se basan en su impacto social, pero sin dejar de lado el plan económico que tienen las compañías. Por eso fueron una de las primeras empresas en certificar B en la Argentina, en 2014, y hoy están en proceso de recertificar.
Parte de esta mirada social se plasmó quiénes hoy están involucrados en la producción de las zapatillas. «Queríamos generar oportunidades de trabajo para personas excluidas del sistema o que no tuvieron la misma suerte que nosotros. Por eso, hemos capacitado a más de 80 internos en el penal San Felipe, donde se encuentra el taller de calzado», relata el emprendedor.
«Lo que buscamos es demostrar que se puede hacer productos de calidad de esta manera. El objetivo es que los internos aprendan la importancia del trabajo y ayudar a bajar los índices de reincidencia por delito, que consideramos que es un problema de toda la sociedad: si una persona sale de la cárcel y no consigue trabajo, a veces no le queda otra que seguir delinquiendo, por eso estamos trabajando para que, a futuro, cuando salgan de la cárcel, tomen mejores decisiones», concluye Malgor.